lunes, 5 de octubre de 2009

El viento y la flor

Erase una niña muy pequeña, muy pequeña. Tan pequeña que nació en una flor. La flor era una margarita muy bonita, con los pétalos blancos como la nieve, y el centro amarillo como el sol.

Era una niña preciosa, muy alegre, que estaba siempre jugando.
Tan feliz se le veía que el viento no se pudo aguantar y la cogió entre sus brazos.

Mientras la trasportaba, el viento la arrullaba, le cantaba canciones que había oído en lejanas tierras, y llevándola de flor en flor, sin darse cuenta, fue alejándola de su hogar.
Sus padres, mientras, habían ido a buscarla a la margarita donde había nacido.

Imaginaos el dolor que sintieron en lo más profundo de su corazón cuando encontraron la flor vacía.

Preguntaron a las abejas que pasaban por allí. Preguntaron a las hormigas que trabajaban afanosamente al pie de la flor. Preguntaron y preguntaron, pero nadie había visto a la pequeña.

Cuando ya creían haber perdido a su hijita, una mariquita que venía volando, les oyó y se acercó.

Había visto a una pequeña princesita a la que el viento llevaba entre nubes de algodón. La niña reía y reía, porque el viento la estaba tratando con mucho amor.

“Hacia donde se la llevaba el viento”, preguntaron los padres, otra vez ilusionados.

“Hacia oriente, atravesando medio mundo, hacia las lejanas tierras del Celeste Imperio”

Gracias a las indicaciones de la amable mariquita, los padres fueron siguiendo el rastro de su princesita.

“Han visto pasar a una preciosa niña, una niña que competía con el sol”.

No fue difícil seguir su rastro, tan grande era la impresión que había dejado por donde pasaba, que nadie la olvidaba.

“Han pasado hace dos días, y no solo competía con el sol. Tanta alegría despertaba en la gente, que durante el tiempo que pasó aquí, no hubo noches”.

Los padres, temerosos de nunca poder alcanzar al viento, mandaron a un halcón, “más rápido que el viento” decían, “más rápido que el sol”.

El halcón voló y voló, sin descansar. No quería perder un minuto, tenía que encontrar a esa niña de la que todo el mundo hablaba.

Por fin, en una ciudad imperial de la antigua china, pudo alcanzar al viento. “Devuelve a la princesita, sus padres la están buscando” .

El viento, cuando vio lo que había hecho, se la entregó rápidamente al halcón, que la llevó rápidamente con sus padres.

La gente dice que tanto se entristeció el viento que aún hoy en día, una vez al año, se repiten sus lágrimas en forma de lluvia, inundando las lejanas tierras de oriente.



¿Será por eso mi pequeña que tardas tanto en llegar, será por eso que China no quiere soltar la alegria de sus tierras temiendo que el dia se torne noche?...
Pero yo te aseguro pequeña mía que nunca olvidarás el lejano oriente de donde procedes y que aquí nos hace falta la luz del día...tu luz, para que nuestras noches se tornen días.